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miércoles, 18 de abril de 2012

Increible: Invasion De Abejas Obliga A Suspender Un Partido En Brasil

Por el campeonato estadual bahiano, en Brasil, el Juazeirense recibía al Fluminense da Feira. Ganaba 1 a 0 el equipo visitante cuando de golpe un enjambre de abejas obligó a los jugadores de ambos equipos a arrojarse al suelo para no ser picados. La mayoría de los ocho mil presentes en las tribunas también se tuvieron que correr. Por este incidente el partido tuvo que ser suspendido. No es la primera vez que ocurren hechos de esta índole, ya que en Chile se registraron hasta 16 partidos parados por este mismo problema.

martes, 17 de abril de 2012

Increible: hizo un gol con la mano y pidió que lo anularan

Marius Ebbers de St. Pauli, equipo que milita en la Segunda división de Alemania anoto un gol con la mano, y ante el error del arbitro le pidio al árbitro que no lo convalide:

Otra Muestra De Talento De Neymar

El Santos le ganaba 5-0 al Catanduvense por el torneo Paulista y llego esta increíble muestra de talento del joven delantero:

martes, 10 de abril de 2012

Patrulla salvaje


Estás pateando desde cualquier lugar", reprochó "O Rei" Pelé a Giorgio Chinaglia en el vestuario del Cosmos de Nueva York en los años 70. "Yo -contestó el italiano- soy Chinaglia. Si tiro desde cualquier lugar es porque Chinaglia puede hacer goles desde ese lugar." Goleador formidable, Chinaglia disparaba también fuera del campo. Winchester o Magnum 44. "A Pelé -contó Chinaglia un mes atrás- primero le hablé como jugador. Le dije que jugara más por afuera, que me dejara más espacio por el centro. No lo tomó bien. Y entonces, como además de jugador yo también era dirigente del Cosmos, le dije: «O lo hacés o te vas»." Pelé, que había llegado a Estados Unidos por gestión de Henry Kissinger para refundar al soccer, terminó llorando, sin apoyo del vestuario. El hombre que desafió a Pelé murió de un infarto el domingo último en Miami, a los 65 años. Lideró a la Lazio campeona de Italia 1973-74. Un equipo de jugadores que iban armados a las concentraciones. Que votaban al Movimiento Social Italiano (MSI) de Giorgio Almirante y que jugaban cada partido como una guerra. "Una banda de fascistas", los definió Pier Paolo Pasolini. 
En Once in a Lifetime, un fabuloso documental sobre el Cosmos de Pelé que exhibió el Bafici en 2007, Chinaglia, más gordo y pelado, casi Tony Soprano, se ríe cuando un dirigente cuenta que Giorgio llevaba un arma cuando fueron a contratarlo a Italia. "Una tarde -contó el propio Chinaglia en la entrevista de un mes atrás, la última antes de su muerte- salía del San Paolo tras una derrota con el Napoli. Los hinchas rodearon el auto. Tomé el Winchester, tiré dos tiros al aire y se fueron todos." Sergio Petrelli, uno de sus compañeros en Lazio, apagó una vez la luz de su habitación en el hotel L'Americana con un balazo de su Magnum 44. No tenía ganas de levantarse de la cama. Apuntaban a botellas vacías, pájaros y luces. La concentración parecía un polígono. Los jugadores, que en esos violentos años 70 declaraban su voto al neofascismo, decían que iban armados porque temían un atentado de las Brigadas Rojas. Pero los únicos rojos que amagaron un ataque fueron una noche fanáticos de Roma que hicieron ruido en el hotel para molestarlos antes de un partido. Petrelli, cuenta Guy Chiappaventi en el libro Pistole e palloni, los sacó a balazos. "Ahora vamos a ver si realmente sos de Lazio", dijo otra vez Petrelli, desafiante, a Giacomo La Rosa, que no hablaba. Le disparó a las piernas. La Rosa permaneció una semana en cama con 40 grados de fiebre. 
Lazio, es cierto, resistió en 1926 a una decisión del régimen de Benito Mussolini de fusionar a los equipos de Roma. Tuvo el apoyo del general fascista Giorgio Vaccaro. El fascismo ayudó a que fichara a uno de sus jugadores míticos, Silvio Piola. Y la leyenda dice que el propio Mussolini se hizo socio del club en 1929. Sus fanáticos más radicales tienen historial de insultos a jugadores negros o judíos, cruces esvásticas y brazos erguidos. Un presidente de los 60, Ernesto Brivio, político del MSI, ex "camisa negra" y colaborador del dictador cubano Fulgencio Batista, contrató al Toto Lorenzo. Sacaron a Lazio de la B, pero un año después Brivio fue arrestado en el Líbano y el Toto se fue a la Roma. En su vuelta a Lazio, en 1968, Lorenzo logró otra vez el ascenso e hizo debutar a Chinaglia. De niño, el grandote había jugado de segunda línea en el equipo de rugby de Lady Mary's, de Gales, donde su padre trabajaba en las minas de carbón. Goleador en la B, Chinaglia fue convocado a la selección italiana. Lazio volvió a descender y a subir y en 1972-73, en su vuelta a la A, casi sale campeón en la última fecha. El título llegó la temporada siguiente. El plantel estaba dividido. Tenían dos vestuarios. En uno se cambiaba el bando de Chinaglia. Y en el otro, el de Luigi Martini, un lateral izquierdo que se tiraba en paracaídas en los días francos. Entrar al vestuario equivocado equivalía a una amenaza con una botella rota. Las cuentas se saldaban en los partidos de los entrenamientos de los viernes. Cada cruce era a matar o morir. "Al lado de eso, los partidos de campeonato eran casi amistosos", contó Martini al periodista francés Stéphane Regy. 
El DT Tommaso Maestrelli admiraba el toque brasileño y la dinámica holandesa. Pero no tenía a Pelé ni a Johan Cruyff. La tensión permanente era clave para su equipo de hambrientos desconocidos. Lazio perdía sorpresivamente 1-2 un domingo contra Verona en el Olímpico. Camino al vestuario, apenas terminado el primer tiempo, Chinaglia amagó irse a las trompadas con un compañero. Maestrelli ordenó al equipo que diera media vuelta y volviera al campo a esperar todos parados el segundo tiempo. Lazio terminó ganando 4-2. En un partido contra Inter, Chinaglia pateó en el culo a su compañero Silvio D'Amico. La tensión se hizo incontrolable en copas europeas. Un partido en noviembre de 1973 contra el inglés Ipswich Town derivó en una batalla dentro y fuera del campo, que incluyó una salvaje cacería de hinchas ingleses en las tribunas del Olímpico. La UEFA impuso tres años de suspensión, reducida luego a uno. "Acá somos todos fascistas", respondió Martini en una entrevista. "Éramos el reflejo de una época violenta, casi de guerra civil, y había que definir de qué parte se estaba", contó años después el arquero Felice Pulici. La patrulla salvaje ganó el título en la última fecha. Chinaglia, con 24 goles, fue el héroe de la coronación. "I'm football crazy", cantaba el goleador en un film de Lando Buzzanca. "Giorgio Chinaglia -cantaban sus amigos de la Curva Norte- e il grido di battaglia." 
"Chinaglia il canaglia", como le decían en cambio sus enemigos, volvió a Lazio desde Estados Unidos en 1983. Patrón y presidente. Los hinchas lo aclamaron, pero Lazio cayó a la B y vendió su parte. Meses después la justicia lo investigó por fraude y bancarrota. La vuelta en 2006 fue peor. Se presentó como cara de un misterioso grupo farmacéutico que quería comprar al club. "Los Irreductibles", la barra brava, amenazó al presidente Claudio Lotito para que vendiera las acciones. Las amenazas telefónicas incluyeron a la esposa de Lotito y a los demás dirigentes y familiares. Los barras terminaron presos, un supuesto financista húngaro pactó pena y Chinaglia, con pedido de captura en Europa, volvió para Miami. Lo acusaron de extorsión, manipulación en el mercado de valores, lavado de dinero y vínculos con el clan de los Casalesi, de la camorra napolitana. "El gigante bueno se rodeó mal y en su ingenuidad se dejó usar por las malas compañías", explicaron en estos días numerosas crónicas, piadosas a la hora de la muerte. Las crónicas, que lo describen como un futbolista de "tiempos que ya no existen más", se mezclan con los informes que desnudaron esta misma semana un nuevo escándalo de partidos arreglados en el calcio. Las sospechas rozan a Lazio, entre otros clubes. Enterada de que su equipo iba a menos, la barra brava del Bari, no quiso quedar fuera del negocio. Amenazó a los jugadores para que perdieran más partidos. El dinero de las apuestas ilegales también fue para ellos. 
La Lazio de estos tiempos, que hace sólo unos años vibraba con los saludos fascistas del goleador Paolo Di Canio, carga con su vieja historia. "La herencia de Mussolini", tituló el 17 de febrero pasado un artículo en El País el periodista Jordi Quixano, horas antes de un partido contra Atlético de Madrid. Los insultos en la Web se multiplicaron. Otros recordaron que el actual plantel tiene tres jugadores negros. "Regalaremos al periodista un libro sobre la historia del club", replicó Lazio en su página oficial. El campeón de 1974, una escuadra de "locos, salvajes y sentimentales, simpatizantes fascistas, pistoleros y paracaidistas, jugadores de azar y bailarines de club nocturno", según la descripción de Chiappaventi, duró poco. Martini, el enemigo de Chinaglia, fue implicado hace un tiempo en un caso de corrupción como diputado neofascista. Pino Wilson, el principal aliado de Chinaglia en el vestuario, fue condenado por corromper a jugadores para arreglar partidos en el escándalo del Totonero de 1980, que envió a Lazio y Milan a la B. El entrenador Maestrelli murió de un cáncer de hígado en 1976, dos años después del título. Cuarenta y siete días más tarde, el volante Luciano Re Cecconi entró a una joyería bromeando. "Arriba las manos, esto es un asalto." El joyero lo mató de un balazo en el pecho. Tenía 28 años. Bruno Frustaluppi, acaso el único comunista del plantel, se mató en una autopista a los 47 años. "Long John" Chinaglia, como le decían por su pasado británico, se fue al Cosmos. Quiso destronar a Pelé. 

Todos Los Arbitros Para El Fin De Semana


Primera División:
Viernes 20.10 Estudiantes–Colón con Diego Abal 
Sábado 12.00 Independiente-Racing con Sergio Pezzotta 
Sábado 14.05 Olimpo-All Boys con Néstor Pitana (a dedo)
Sábado 16.10 San Lorenzo-Godoy Cruz con Alejandro Toia 
Sábado 20.30 San Martín (SJ)-Vélez con Silvio Trucco 
Domingo 16.00 Newell’s–Banfield con Mauro Vigliano 
Domingo 16.00 Argentinos Juniors-Belgrano con Diego Ceballos 
Domingo 18.00 Unión-Arsenal con Germán Delfino
Domingo 20.10 Tigre-Boca con Saúl Laverni
Lunes 21.10 Lanús-Atlético Rafaela con Pablo Lunati

B Nacional:
Viernes 18.00 Ferro-Aldosivi con Pablo Dóvalo
Sábado 18.15 River-Huracán con Federico Beligoy
Sábado 19.00 Independiente (M)-Patronato con Juan Pablo Pompei
Domingo 11.00 Gimnasia (J)-Gimnasia (LP) con Ariel Montero
Domingo 13.00 Deportivo Merlo-Atlético Tucumán con Maximiliano Stevenot
Domingo 14.00 Instituto-Atlanta con Fernando Rapallini
Domingo 16.00 Guillermo Brown (PM)-Defensa y Justicia con Ariel Suárez
Domingo 18.00 Boca Unidos-Sportivo Desamparados con Jorge Baliño
Lunes 16.00 Almirante Brown-Chacarita con Pablo Díaz
Lunes 18.10 Quilmes-Rosario Central con Patricio Loustau

lunes, 9 de abril de 2012

River: Los Convocados Vs. Quilmes (Octavos De Final De La Copa Argentina)

1) Leandro Chichizola.
2) Gonzalo Marinelli.
3) Germán Pezzella.
4) Leandro González Pirez.
5) Ramiro Funes Mori.
6) Luciano Abecasis.
7) Juan Manuel Díaz.
8) Diego Martínez.
9) Nicolás Domingo.
10) Martín Aguirre.
11) Cristian Ledesma.
12) Ezequiel Cirigliano.
13) Daniel Villalva.
14) César González.
15) Juan Cazares.
16) Andrés Ríos.
17) Gustavo Bou.
18) David Trezeguet.
19) Rogelio Funes Mori.

Los Mejores Goles De Gabriel Batistuta

jueves, 5 de abril de 2012

Cinco claves del estilo Bielsa


Al ser preguntado si Marcelo Bielsa está tan 'Loco' como se dice, el delantero del Athletic Iker Muniain respondió: "No. Está más loco". Por el fútbol, se entiende. Y por los detalles. El entrenador rosarino ha dejado su huella en Bilbao y, de momento, las cosas le están saliendo mejor que bien. Al menos, en Europa. Pero también en la Liga, con desiguales resultados, su estilo es inconfundible.
Los tres últimos partidos disputados por el Athletic de Bielsa -una victoria y un empate contra el Schalke y una derrota frente al Barça- representan a la perfección el carácter del argentino y lo irreductible de sus planteamientos. Estos son algunos de sus trazos más identificables:
Correr como leones
Quizás sea el rasgo más característico del estilo que ha impuesto Bielsa en el Athletic. Todos corren hasta la extenuación. Es una cualidad que le ha valido elogios pero también críticas al ex técnico de las selecciones de Argentina y Chile. De un modo u otro, él parece tenerlo muy claro.
"Siempre les digo a los muchachos que el fútbol para nosotros es movimiento, desplazamiento. Que hay que estar siempre corriendo. A cualquier jugador, y en cualquier circunstancia, le encuentro un motivo para estar corriendo. En el fútbol no existe circunstancia alguna para que un jugador esté parado en la cancha", explicó en cierta ocasión, mucho antes de llegar a Bilbao. Por lo que se ve, no ha cambiado de opinión.
Marcaje estrecho
Bielsa utiliza un claustrofóbico marcaje al hombre en todas las zonas del campo. Lo ha sufrido el Barcelona y también el Schalke. "Nunca había jugado contra un equipo tan intenso", señaló Guardiola tras el encuentro en Camp Nou. "Son unas bestias", reconoció con admiración, a pesar de que el Barça se había llevado un buen resultado.
Aunque probablemente fue el Manchester United el que peor recuerdo se ha llevado de esta asfixiante presión. Los diablos rojos quedaron completamente neutralizados por la opresiva presencia que plantea Bielsa sobre el césped.
Posiciones móviles 
Lo advirtió Marcelo Bielsa a principio de temporada, cuando aún estaba conociendo a sus futbolistas, probando distintas configuraciones y evaluando cuánto podría exigir de cada cual. No quería esquemas rígidos: "Lo importante es la movilidad de los jugadores".
Le interesaban la "ductilidad" y "elasticidad" del equipo, algo que encontró ya hecho en el Athletic y en lo que ha profundizado. En San Mamés, usó a Javi Martínez de mediocampista, en una posición más adelantada de la habitual; Muniain basculó entre el centro y la banda izquierda con total libertad, mientras que Amorebieta alternó en la defensa las posiciones de central y de lateral izquierdo.
Posesión del balón
"Siempre me planteo mis partidos igual: la mejor manera de imponerse es protagonizando". Aun cuando su equipo pierde, o empata, el juego que despliega hace cumplir esta máxima de Bielsa. El sábado frente al Barça, el Athletic no pudo ser nunca protagonista. Aun así, lo intentó. El conjunto de 'El Loco' mantuvo una posesión del 44,4%, lo que le convierte en el equipo que más le ha disputado la pelota al Barça en el Camp Nou.
No reservar fuerzas 
Ese ansia de balón no se ve amortiguada en ningún momento, bajo ninguna circunstancia. En el partido de Liga, cuando ya estaba claro que el Athletic no iba a arañar ningún punto en el Camp Nou, otros hubieran pensado en guardar fuerzas y reservarse para la inminente cita europea.
Los de Bielsa, no. Siguieron persiguiendo el esférico, robándolo y volviéndolo a perder una y otra vez y saliendo con regates y carreras de las propias inmediaciones de su área. En vez de ahuyentar a pelotazos el peligro apremiante, mantenían la mirada a un enemigo que se les echaba cada vez más encima. 'El Loco' no quería que llegaran descansados a San Mamés; quería que llegaran con la cabeza bien alta y que el Schalke supiera con quiénes se iba a jugar los cuartos.
(Fuente: Marca.com)

domingo, 18 de marzo de 2012

Las expulsiones mas insolitas, parte 1

En octubre de 1999, durante el clásico español Barcelona-Real Madrid, el colegiado Manuel Díaz Vega escuchó un claro insulto dirigido hacia su persona, proveniente del delantero holandés del cuadro catalán Patrick Kluivert, quien reclamaba el cobro de una fuerte falta del defensor visitante Iván Campo. Díaz Vega, sin vacilar, le mostró la roja. El atacante fue severamente reprendido por el capitán de Barça, Josep Guardiola, porque su salida se produjo en un momento clave del derby: los locales ganaban 2-1 y con un hombre más en la cancha los merengues lograron la igualdad. Al abandonar el vestuario, Kluivert apeló a una curiosa excusa para justificar su expulsión: negó haber injuriado a Díaz Vega -a pesar de que las imágenes de la televisión mostraban lo contrario- y se escudó en que no domina bien el idioma, "y a veces lo que digo no es lo que quiero decir". Extraño, porque justamente Kluivert era reconocido por su facilidad para aprender idiomas. Así lo acreditaron sus compañeros, entre ellos el argentino Mauricio Pellegrino, quien en una entrevista otorgada a El Gráfico recalcó: "Es un fenómeno. A la semana de llegar a España dio una conferencia de prensa en castellano".

Nada de privilegios

Expulsión a la brasileña: en enero de 1965, la federación paulista suspendió al réferi Albino Zanferrari por quince días, por su desempeño en el caliente clásico Santos-Botafogo, ganado por los visitantes. "Dirigió con personales reglas de juego", remarcó en su dictamen el tribunal de la federación que estudió el caso. ¿Qué grave error había cometido Zanferrari? Solo haber mostrado la roja al "intocable" Rey Pelé.

El beso fatídico

El club Salto, el más fuerte de la liga de la ciudad uruguaya homónima -situada a 520 kilómetros al norte de Montevideo-, tenía en un arco al débil Nacional. Salvo el arquero, todos los jugadores salteños empujaban hacia la meta nacionalista, cuyos hombres se habían "colgado del travesaño" en pos del empate que precisaban para no descender esa misma tarde de junio de 1991. A escasos segundos del final, un pelotazo encontró milagrosamente solo al delantero de Salto, Sergio León, quien encaró hacia el desguarnecido arquero rival en la más propicia situación de gol de todo el partido. Sin embargo, el atacante desperdició el "mano a mano" con un remate que salió totalmente desviado. En medio del alivio de los jugadores de Nacional, uno de sus defensores, Edgard Olivera, se acercó a León y le besó la frente, en una extravagante forma de "agradecimiento" por semejante "gentileza". El gesto grosero de Olivera fue advertido por el árbitro José Sequeira, quien echó directamente al baboso zaguero.



El gran papelón


El mayor papelón mundialista no correspondió a un jugador sino a un réferi, el inglés Graham Poll, quien dirigió el choque entre Croacia y Australia en el Mundial de Alemania 2006. Durante el encuentro jugado el 22 de junio en Stuttgart, por el Grupo E, Poll mostró tres tarjetas amarillas al defensor croata Josip Simunic. El zaguero vio la primera amonestación en el minuto 61, y la segunda en el 90, pero continuó en el campo sin que el réferi ni sus líneas advirtieran la irregularidad. Recién en el minuto 93 Simunic protestó un cobro del árbitro y se ganó la tercera amarilla que, ahí sí, fue seguida de una colorada.

Cuestión de peso


En 1975, Athlone Town recibía a Saint Patrick Athletic en Saint Mel's Park. Aburrido por el notable dominio del equipo local, su arquero, Mick O'Brien, empezó a colgarse del travesaño para matar el aburrimiento, y hasta llegó a sentarse sobre el "horizontal". Pero el madero, algo gastado, no soportó el peso de O'Brien y se partió. El arquero quedó tendido encima de la red de la valla destruida, y el árbitro, que ya había observado la reprochable conducta de O'Brien, le mostró la tarjeta roja. El encuentro continuó luego de que un carpintero local arreglara el madero quebrado.


Callen al mudo
El 8 de noviembre de 1972, por la sexta fecha del Nacional, Huracán superaba en Parque de los Patricios a Estudiantes de La Plata por dos a cero. Los pinchas pugnaban por el empate, y poco antes del final del primer tiempo el árbitro Washington Mateo cobró un penal para los visitantes, producto de una clara falta. Sin embargo, a instancias de uno de los jueces de línea, Mateo se retractó y marcó un tiro libre directo, a centímetros del área quemera. La decisión disgustó a los jugadores albirrojos, que desaprobaron el cambio con enérgicos gestos y términos soeces dirigidos hacia el hombre de negro. En medio de la montonera, el árbitro sacó su tarjeta roja y se la mostró al volante central Carlos Alberto De Marta, de quien creyó haber escuchado un claro y grosero insulto. El partido prosiguió y Huracán, con la diferencia numérica a su favor, estiró su ventaja a un cinco a uno final. Mateo elevó su informe y una semana después De Marta fue citado a declarar por el Tribunal de Disciplina de la AFA. El jugador pasó por la sede de la calle Viamonte 1366, se presentó ante el cuerpo, y un día después, lo que pudo haber sido una dura sanción, solo se convirtió en una fecha de suspensión por "protesta de fallo", según el expediente 6506 asentado en los registros de la AFA. ¿Por qué? El Tribunal consideró que De Marta difícilmente pudo articular una injuria claramente audible por Mateo, no solo por el bochinche que imperaba en ese momento, sino porque el volante era sordomudo de nacimiento.

Ataque de furia

El que no pudo sacar más tarjetas fue el árbitro chileno Claudio Aranda en el encuentro entre Antofagasta y La Serena, en abril de 2003, por la segunda división de Chile. Luego de que el equipo local anotara el dos a uno, los jugadores de La Serena se le fueron al humo al réferi para protestar un presunto off-side. En medio del tumulto, Aranda expulsó al volante argentino Rodrigo Riep. Mientras los jugadores visitantes continuaban con su protesta, Riep vio que al árbitro se le había caído la otra tarjeta, la amarilla. Ciego de ira, el exvolante de River Plate tomó el acrílico y, como si tuviera cuchillos en los dedos, lo destruyó en mil pedacitos. "La rompí de calentura. Ni lo pensé, fue un instinto. La dejé hecha pedazos. La tarjeta era de plástico, pero estaba tan caliente y andaba con mucha fuerza, que me pareció de cartón", contó Riep. Las imágenes sirvieron al Tribunal de Disciplina para sancionar al volante con cuatro fechas de suspensión: una por la falta que motivó su expulsión, y tres por su insólita reacción. "Cuando hablé con mi viejo y le conté todo, me dijo: 'Nene, acá te mandaban a la cárcel'", narró con humor.

Con compañeros así

Ni los jueces de línea se salvan de las tarjetas rojas. El réferi internacional peruano Fernando Chapell expulsó a uno de sus jueces de línea, por interpretar que realizaba una deficiente actuación en un partido de la primera división del Perú. Según Chapell, el desempeño del línea Víctor Suyn fue tan desastroso que le mostró la tarjeta roja a solo 14 minutos del inicio del encuentro que el 6 de agosto de 1995 protagonizaban los equipos Torino y Melgar en la ciudad de Sullana.
Cuatro años después, un juez de la liga interregional italiana echó a su asistente Lorenzo Renda, banderín amarillo, por atender un llamado en su teléfono celular durante el choque entre Calenzano y Doccia.

Por casa como andamos


Posiblemente el caso más extraordinario se produjo en el suburbio londinense de Charlton, durante un partido de aficionados ocurrido en marzo de 1998. Con el correr de las acciones, la situación se había tornado compleja para el árbitro Melvin Sylvester, cuyos fallos eran duramente cuestionados, uno a uno, por los jugadores. Ya en el segundo tiempo, cuando la paciencia de Sylvester llegó a su fin, el árbitro derribó de un puñetazo en el ojo a uno de los futbolistas que insistía en quejarse de su actuación. Al darse cuenta de lo que había hecho, Sylvester, sumamente compungido, sacó la tarjeta roja... ¡y se autoexpulsó! Entregó su silbato a uno de los jueces de línea y se marchó a los vestuarios, no sin antes prometer que nunca más volvería a dirigir.

martes, 13 de marzo de 2012

Maximiliano Rolón, un rosarino en La Masía

Diez años después, la historia está en marcha, otra vez. Los pasos se repiten, como en un déjà vu. O como en un flashback de película. Diez años después, otro rosarino habita La Masía, esa escuela de futuros cracks del Barcelona que los años convirtieron en leyenda. Esa casa en la que todo el día revolotean los duendes de Pep Guardiola, de Xavi, de Iniesta, antiguos moradores del lugar. Diez años después de que allí llegara el rosarino más ilustre de hoy. Diez años después de Messi.

El continuador de la saga se llama Maximiliano Rolón. Es, hoy, el único argentino que nutre las juveniles del Barça. Pero no lo puso allí una prueba conseguida al azar, ni mucho menos el salvavidas para financiar un tratamiento que le permita crecer. No son esos los puntos de contacto con el mejor del mundo; sí, en cambio, el origen en un barrio humilde de Rosario. También, las primeras noches de llanto en Catalunya. Y la separación de la familia: en Rosario viven todavía su mamá y sus cuatro hermanos; en Barcelona, a Maxi lo acompaña su papá, Félix.

Su desembarco en la cantera más prolífica del fútbol moderno fue gradual. Es que el caso Rolón puede ser, si el desarrollo de su historia sigue como viene, el primer fruto de un plan ambicioso: llegó desde el Fútbol Club Barcelona Juniors Luján, la filial argentina que funciona oficialmente desde 2007 en La Candela. “Estuvo desde el inicio del proyecto con nosotros”, apunta Jorge Coqui Raffo, director del centro de entrenamiento, hoy encargado general del fútbol juvenil de Boca Juniors. Y no era el único Rolón en el antiguo predio de Boca: con él había llegado su inseparable hermano Leonardo. “Era una novedad para nosotros tener gemelos. Siempre fueron muy unidos, de muy buen corazón los dos. Muy traviesos también. Eso sí, había que estarles atrás con el estudio”, recuerda Raffo.

Lógico: en la réplica argentina de La Masía, todo funciona igual. A la mañana los chicos van al colegio, vuelven a almorzar, después viene el entrenamiento de la tarde, sigue un tiempo de estudio, la cena y a dormir. Y vuelta a empezar. Pero todo esfuerzo valía con tal de cumplir el sueño. “A los 3 años los llevamos a jugar al club Oroño de Rosario, y los dos lloraban si un día no los dejábamos ir”, cuenta Norma, la mamá.

Eran trece las pelotas que andaban de acá para allá en la casa familiar del barrio Central Oeste, consecuencia normal en una familia compuesta por cuatro hermanos varones y solo una mujer. Como Maxi y Leo, Norma también debió acostumbrarse a la distancia: cuando los chicos cumplieron 11 años se mudaron a La Candela. Y vinieron los primeros tiempos de llantos mutuos. “Pero Maxi -precisa Raffo- no era de los que más lloraban. Más bien, se angustiaba con los que extrañaban. Y eso que cuando entraron eran los más chiquitos”.

Barcelona apostó a la Argentina como el primer lugar donde formar jugadores sin quitarlos de su lugar de origen. Con esa idea nació la escuela que funciona con el agregado del nombre del club Luján; evitar el brusco cambio que vivió Leo Messi, por citar un caso paradigmático. Claro que no todos los que pasan por allí terminarán en el Camp Nou. De hecho, cuando los chicos llegan a los 16 años pasan a otros clubes argentinos, después de haber recibido formación futbolística y educación escolar y general: los pilares, está a la vista, no pasan solo por pegarle bien a la pelota y aprender a hacer un rondo -un ejercicio de pases en triangulación que Xavi y compañía repiten en la cara de los rivales más temibles–. Eso sí, Barcelona se guarda un porcentaje de los derechos económicos de esos chicos, un modo de recuperar parte de la inversión que realiza: se estima que La Masía argentina le cuesta al Barça un millón de euros anuales.

Maxi Rolón puede ser quien primero multiplique esa inversión, si llega a triunfar en el estadio que idolatra a Messi. Hoy queda lejos en el recuerdo su primer viaje en avión, en 2009, cuando voló junto a otros nueve chicos para medir fuerzas con los canteranos de La Masía original. En el grupo también estaba Leonardo, su gemelo. El resultado sorprendió a los catalanes: los argentinos no tenían mucho que envidiarles. La segunda vez, también con Leo de compañero, la exigencia empezó a subir: “Los pusieron contra los más rápidos y fuertes, unos chicos africanos, y ellos igual les ganaron”, se enorgullece Raffo, un ejemplo del formador que mezcla aptitudes profesionales y humanidad, un rasgo que a veces los cazatalentos suelen olvidar. Ese día, Maxi marcó los tres goles de su equipo.

Con las dos pruebas superadas, faltaba una confirmación que oficializara la mudanza. “Una mañana, antes de la Navidad de 2009, sonó el teléfono en casa, estábamos todos durmiendo. Atendió mi marido: era para decirnos que Maxi había sido elegido para jugar en el Barcelona”, se emociona Norma. “Mi papá nos despertó, y yo dije: ‘¿Para qué me levanta a esta hora?’. Era para darnos la noticia a todos juntos”, interviene Maxi, una voz todavía infantil y superrespetuosa, desde La Masía nueva, inaugurada este año. “Nos pusimos todos a llorar de la emoción. Y era una sensación extraña, porque si bien habían elegido a Maxi, Leo tenía que quedarse. Pero ellos se abrazaron y dijeron: ‘Vamos a tirar juntos’”, sigue Norma, con las palabras entrecortadas por la evocación.

Maxi hizo el viaje definitivo con Raffo. “Lo preparamos mucho, en todo sentido”, revive el entrenador. Lo más difícil iba a ser la separación de Leo, acostumbrados como estaban a compartir cada minuto de sus vidas. “Al principio me quería volver a casa, extrañaba”, apunta Maxi, con lógica adolescente. “Es que su familia es muy unida. Pero él tiene un gran carácter, y muchísima personalidad”, perfila Raffo al minicrack. La unión entre Maxi y Leo, cree la mamá, todavía se refleja en cuestiones que aparentemente no guardan relación: “El 28 de octubre de 2010 me llamaron de Barcelona para decirme que estaban llevando a operar a Maxi de apendicitis, de urgencia; exactamente un año después, pasó lo mismo con Leo, acá”. Nadie puede saber si volverán a compartir una cancha, pero podría suceder: Leo, un delantero picante, juega hoy en las juveniles de Vélez, cedido por el Barcelona argentino.

Con 17 años recién cumplidos, Maxi lleva ya dos temporadas en el Barça legítimo. Su experiencia en Luján le ahorró pasos formales de adaptación; ya sabía de qué se trataba levantarse todos los días a las 6.30 para ir al colegio, regresar para el almuerzo y practicar a la tarde. También conoce de sobra el valor de la disciplina interna. Lo que cambiaron fueron las caras: su compañero de habitación es Alejandro Costantino, un chico de Cádiz; en lugar de Raffo, el entrenador se llama Xavier García Pimienta, un exjugador del club que compartió formación con el célebre Iván de la Peña.

Como juvenil que es, Maxi necesitaba un tutor que se hiciera cargo de él para poder vivir en Barcelona. Ese lugar lo ocupó Albert Benaiges. Hay aquí otra comparación inevitable con la trayectoria de Messi: Benaiges entrenó a Leo en sus primeros años en el club. “A veces me habla de él, me cuenta anécdotas”, se le ilumina la voz al chico. Y lo que tanto esperaba, ya sucedió también: su foto con Messi. Allí se nota que se parecen en altura. “No hablamos casi nada, yo no lo podía creer, estaba con el mejor del mundo”, sube el tono. Quedaron en verse otro día, “para charlar un poco”.

El admirador de David Villa –usa la camiseta 7, como el Guaje– ya viajó a Ucrania para jugar un torneo. Fue su primera parada fuera de Catalunya, un modo habitual de los juveniles de hacer experiencia. “Les ganamos la semifinal al Ajax y la final al Shakhtar Donetsk, el local”, repasa. Vivió, también, el histórico momento de la transición entre la vieja Masía y la actual, más moderna. Aquella casa de piedra, punto turístico próximo al Camp Nou, se quedó vacía de sonidos y llena de historias. Maxi es uno de los que protagoniza los nuevos tiempos en un edificio más acorde con la dinámica de hoy. “Los chicos gritan bastante, sí, pero el ambiente es tranquilo”, dice con una sonrisa.

Fuera del lugar, puede visitar a su papá cada vez que quiera. Es que Benaiges se fue de la ciudad a trabajar como formador a Dubai, y eso creó un problema; Maxi, todavía menor de edad, debía tener alguien que se hiciera responable de él. La solución fue que Félix Rolón viajara a Barcelona a instalarse. Como pasó con los Messi, son tiempos de una separación forzada en la familia. El club, claro, movió los hilos para encontrar la solución. De otro modo, hubiera pasado lo que dictan las leyes inmigratorias: que Maxi tuviera que volverse a casa.

Y para eso, se ilusiona el pibe de cresta símil Kun Agüero, falta mucho. Antes tiene que continuar el camino de Messi. Uno en el que la próxima escala es debutar en el Camp

(Fuente: elgrafico.com.ar)

lunes, 12 de marzo de 2012

Lo mejor de una entrevista de Rolando Schiavi con El Grafico (2009)

¿Flaco o Rolo? Flaco. En Lincoln, de pibe, me decían Narigón, Naripeta o Alf, siempre vinculado al tamaño de mi nariz. Rolo tampoco me disgusta, cualquiera menos Rolando.
De oficio carnicero. Así es. Mi papá tuvo carnicería durante 33 años; “Fabito” se llamaba, por mi hermano mayor. Se manejaba con libreta: la gente compraba, anotaba, y a fin de mes pagaba. Una libreta chiquita. En un momento, la gente dejó de pagar y no dio para más. Ahora derribaron e hicieron departamentos, la modernidad se lo llevó puesto.
¿Qué hacías en la carnicería? De todo. Mi tarea básica era despostar los animales: llegaba la media res y tenía que separar los cortes, hacía chorizos, morcillas, la carne picada, pelaba huesos y derretía la grasa. A veces atendía a los clientes y también carneábamos chanchos: iba en bici por el pueblo tomando pedidos en las distintas carnicerías, después los matábamos clavándoles un cuchillo en el corazón, les tirábamos agua caliente, los pelábamos y los repartía.
¿Accidentes? Miles de cortes: las manos, las tenías todas tajeadas. Acá (muestra la mano izquierda): me hice un tajo de seis centímetros. Fue un sábado a la mañana, venía sin dormir del boliche y pelando el hueso se me pasó el cuchillo. Nunca hay que mover el cuchillo para adentro. Me puse una venda y seguí. Más complicada es la sierra, esa sí que no la podés usar dormido.
¿Trabajabas por gusto o por obligación? Mi viejo me pagaba un sueldo y así tenía unos mangos para salir el fin de semana. Me prestaba la camioneta para ir a los boliches, así que trabajar era una manera de tener movilidad. Con mis amigos necesitábamos auto sí o sí porque los viernes íbamos a Vedia, un pueblo a 40 kilómetros. Ahí estaba la movida, Lincoln los viernes era una lágrima. Además, teníamos unas noviecitas para visitar. Laburé en la carnicería toda la secundaria.
Contá esos viajes. En invierno, íbamos siete en la cabina. Era una Chevrolet amarilla: cuatro sentados y tres encima; como tenía palanca al volante, yo iba recostado sobre la puerta manejando. El vidrio del conductor estaba roto: ¡el frío que chupábamos! Teníamos un grabador donde pasábamos los mismos 2 o 3 casetes siempre. La vuelta era al amanecer, con todos durmiendo. Yo hacía banquina, ruta, banquina, ruta, me dormía y agarraba la banquina y me despertaba.
¿Algún otro trabajo de pibe? Laburé con colmenas de abejas. Las recibía en un galpón y pasaba los marcos por el extractor. Me levantaba a las cuatro, porque las colmenas llegan de noche por el calor. El tema es que venían algunas abejas y te picaban. La primera semana tenía las manos desfiguradas, no podía doblar los dedos, después el cuerpo se acostumbra. Lo bueno es que, con un mes de ese trabajo, me pude comprar mi primera bicicleta. Tenía 15 años.
De conducta te imagino en el grupo de los quilomberos. Siempre fui el maldito de la familia, el más travieso de los cuatro varones. Era malo, de pegarles a mis hermanos y compañeros. La verdad es que hice llorar a varios. Quería todo para mí; entonces, si otro lo tenía, se lo sacaba y no había problemas en pelearme. A mi vieja la llamaron varias veces. En una le dijeron que tenían que hacerme una evaluación, porque no sabían si estaba capacitado para ese tipo de colegio o si debía ir a uno diferenciado. Creo que tenía hiperactividad, pero eso antes no se diagnosticaba, hoy estaría más tranquilo con un psicopedagogo. En realidad, mi psicólogo era el cinto de mi papá.
¿Cobrabas? Pegaba en el colegio y cobraba en casa. Una o dos veces por semana recibía de mi mamá un bife. Mi viejo venía del trabajo a las nueve de la noche y si yo había hecho alguna, me daba una patada en el culo o me mandaba a dormir.
Cuatro hermanos varones: se deberían dar de lo lindo... Las peleas eran con Fabio, el mayor, porque Leo y Ezequiel ya eran mucho más chicos. Ahí terminaba cobrando siempre: lo hinchaba porque quería ir con sus amigos, él no me dejaba y se armaba. Me agarraba la loca y le tiraba de todo. Le he tirado un sifón y también cuchillos. Después él se vengaba en la pileta, me hundía la cabeza y me ahogaba. A mi hermana una vez le tiré con la ollita y le corté la cara. Ese día, antes de que llegara mi viejo, me fui a dormir al baldío de la esquina.
Cuatro varones futboleros y defensores centrales. ¿Es correcto el dato? Así es, y todos de Boca salvo Natalia, que por llevarnos la contra se hizo de River. Mi viejo también era defensor, marcador de punta derecho. Rústico, muy rústico, jugaba en alpargatas entre las rosetas, en el medio del campo, hasta que se rompió la rodilla. Ya ves, los hijos no teníamos demasiadas alternativas, es un tema genético.
Pasar por una defensa con los cuatro Schiavi es ir a Vietnam, diría el Bambino. Lo hicimos, eh, hace poco. Nos juntamos en una práctica en Rivadavia de Lincoln. Hicimos la línea de tres con Leo, Ezequiel y yo, a Fabio lo mandamos de cinco... ¡y animate a pasar! Igual, no tengo dudas: el más bruto es Fabio, con los codos es terrible. Yo vendría en el segundo puesto del podio.
¿En qué andan tus hermanos? Salvo Ezequiel, el más chico, que trabaja en la UAR y estudia para contador en Buenos Aires, los demás viven en Lincoln. Fabio (37) juega en el Linqueño, Natalia (32) es asistente social y Leo (29) juega en el Rivadavia.
¿De pibe imaginabas ser futbolista? No, yo hacía de todo: jugué al softbol, al básquet, andaba en bici. El click fue al terminar la secundaria: debuté en la primera de Rivadavia y le empecé a meter más ganas. Jugué unos 10 partidos y Walter Tamer, el que ahora es representante de Mascherano y era el DT de Rivadavia, conocía un contacto con Griffa y me consiguió una prueba en Newell’s.
¿Entraste de una? Eran como 500 chicos. En ese momento, con Griffa, todos se querían ir a probar a Newell’s. Ya había pegado el estirón a los 15 años y quedó claro que me eligieron más por el físico que por otra cosa porque en el primer centro que llegó al área, la quise rechazar y la hice pegar en el travesaño de mi arco. Así arranqué. De grande, ya tenía 19 años.
¿Por qué te fuiste de Newell’s? Me dejaron libre y me fui a Argentino de Rosario. Ahí firmé mi primer contrato. En Argentino jugué dos años en Primera B y tuve de compañero a Pablo Marini. Jugamos una final con Tigre, anduve bien, un empresario compró mi pase y me dijo de un día para el otro que tenía que ir a una prueba en Argentinos. Pastoriza era el técnico. Venía de 15 días de vacaciones, de joda mal, imaginate vacaciones en Lincoln, y así tuve que agarrar mi bolsito e ir a probarme. Hice una práctica, quedé, y a la semana estaba concentrado para empezar el campeonato. Debuté a los 10 días, con Estudiantes en cancha de Atlanta. Bien.
¿Cómo eras como hincha? Bastante fanático. Mi viejo era tremendo, viajaba los domingos desde Lincoln en un colectivo lleno, a la Bombonera. Iba a la Doce con una bandera de 30 metros con el nombre de mi pueblo. Hasta que un día lo cagó a palos la montada y no fue más. Igual sigue fanático: ve todos los partidos y reniega. La imagen de mi infancia es la familia comiendo un asado en el patio, con la tele prendida en los torneos de verano. En el año era todo por radio, con la Noblex Carina.
¿Tu ídolo? Maradona. Tampoco me olvido cuando Boca vino una vez a Lincoln y yo me saqué fotos con Pernía y Gatti
28 ¿Qué te dijo tu viejo cuando vos pasaste a Boca? Debe haber sido fuerte para él.
Fue de golpe: vine de una gira con Argentinos por EE.UU., bajé, se arregló todo y al toque viajamos a Italia a jugar con la Roma. Pero muy emocionado, claro. Después, para él, yo nunca me mandaba cagadas: la culpa siempre era del otro defensor o del arquero.
30 ¿En River hubieras jugado? Si cuando estaba en Argentinos me hubieran venido a buscar de River, sí, claro. Una vez que te metés en este juego sabés cuáles son las reglas y que la carrera es corta. Claro que si tenés la posibilidad de elegir, bárbaro, elegís, pero en esa época yo no tenía para elegir.
¿Y hubieras triunfado en River como en Boca? No, mi estilo estaba hecho para Boca. En River me hubieran puteado bastante.
Vos fuiste a Boca con 28 años. ¿Creías que ya había pasado el tren? A mí todo se me dio tarde, corrido en el tiempo. Empecé a los 19 y el pase más importante lo viví con 28. En ese momento creía que podía ir a jugar afuera, porque venía en buen nivel, Argentinos es un club vendedor, y habían existido algunas ofertas del exterior.
¿Quién fue el responsable de que fueras a Boca? Supongo que Bianchi, por haberme pedido. En esa época, Argentinos y Boca concentrábamos en Los Dos Chinos y nos saludábamos. Siempre me levantaba temprano, y como Carlos también madrugaba, nos cruzábamos en el desayuno.
¿Cuál es la clave de Bianchi? La sencillez y tranquilidad para encarar los partidos. Los planteaba bien y pedía 2 o 3 cosas que había que cumplir para que nos fuera bien.
Boca te compró y te tiró a la jaula de los leones: debut contra la Roma campeona de Batistuta. Al final eso me terminó jugando en contra. Ese partido anduve muy bien, lo marqué a Bati, se empezó a hablar de mi pase a la Roma, y a la vuelta arrancamos perdiendo 3-1 contra Belgrano de local.Fue medio pesadito al principio, me costó, escuchaba los murmullos de la platea baja cuando pifiaba la pelota. Las plateas son todas bravas.
¿A vos te llegaron a preguntar si querías ir a la Roma? Ellos habían comprado un defensor y Barijho lo lesionó en el partido. Como yo marqué muy bien a Bati, Capello preguntó por mí, pero nunca llegaron a decirme nada.
No pudiste ir a una Primera de Europa; si fueras para atrás, ¿firmás para la Roma? No, no agarraría porque me perdería todo lo que viví en Boca.
39 En Boca te pusieron una cifra para el primer año de contrato y otra más alta para el segundo, si jugabas cierta cantidad de partidos. ¿No te tenían fe? Yo llegué a Boca cobrando menos que en Argentinos, ellos sabían que me la tenía que jugar.
Un partido y un gol. Por lo que significaron, la Intercontinental contra el Milan en 2003 y el gol a River en la semifinal de la Libertadores 2004, en la Bombonera.
El día más feliz y el más triste de tu carrera. El más feliz, cuando ascendimos con Argentinos. Fue mi primer campeonato y me saqué de encima la mochila del descenso. El más triste, cuando perdimos con Once Caldas la final de la Libertadores 04.
El rival más difícil de marcar. Saviola: chiquito y difícil de agarrar; Palermo, también. Ahora, cuando lo volví a marcar en Gremio y en Newell’s nos reíamos: sabe que le voy a ir fuerte y no me va a decir nada porque soy así, es mi juego. Martín es un animal, un hijo de puta, además está donde siempre va la pelota, no sé cómo hace. El listado de delanteros que tuve que marcar es importante: Zamorano, Shevchkenko, Kluivert, Van Nistelrooy, Inzaghi, Tomasson, varios...
¿Sos de hablarles a los delanteros? No, es al pedo, si hoy los delanteros no le tienen miedo a nadie.
¿A Tevez lo sacudías mucho en las prácticas? Bastante. Carlitos y Cángele deben ser los pibes a los que más patadas les pegué. Pero había una diferencia: Carlitos te tiraba el cuerpo y no lo podías mover, entonces algo tenía que hacer. Cángele, en cambio, te pasaba y en vez de tirar el centro te esperaba para tirarte un caño.
Cuando jugaste con apendicitis, ¿qué pensabas, que eran gases? La madrugada del partido me levanté con dolor de panza a las cuatro: me hice un baño de inmersión y fui a ver al médico. Me dio una buscapina. Mirá vos: ¡una buscapina! (risas). Durante el día estuve con dolor, pero zafable. Ya cuando hice la entrada en calor no podía saltar, pero le metí para adelante y en el entretiempo estaba con chuchos de frío y fiebre. Me preguntaron si podía seguir y dije que sí. Cuando terminó el partido estaba la ambulancia a la salida del vestuario, me sacaron en camilla y me hicieron los estudios. Ahí no daba más del dolor y le pedía calmantes al médico. Vieron que era apendicitis y me operaron.
¿Siempre discutiste los premios? Sí. Empecé en Argentino de Rosario siendo un pibe; en Argentinos Juniors al tercer año ya era capitán. Debe ser por mi naturaleza. Nunca lo hice de mala manera, de hecho tengo buena relación con casi todos los dirigentes con los que traté.
¿Quién fue el más duro? Macri. No te aflojaba nada. Iba, le pedía lo que pretendía el plantel, él escuchaba y después nos mandaba a decir lo máximo que nos podía dar. Era un ida y vuelta terrible.
7Bermudez, Cata Díaz y Schiavi. ¿Quién es peor? ¿El más duro? Debe ser el Patrón.
Una charla técnica. La de Bianchi en Japón con el Milan. Carlos siempre daba charlas cortas, pero esta fue larga. No habló casi nada de fútbol, apenas recordó las marcas; habló de nuestras familias, de cómo habíamos llegado hasta ahí, de los que se habían quedado en Buenos Aires. Una charla muy emotiva, queríamos pasarlos por arriba.
El mejor DT que tuviste. Bianchi, Basile, que es muy parecido a Carlos en la tranquilidad y la confianza que le da al jugador, y no me quiero olvidar de Pastoriza y de José Malleo, al que tuve en Argentino de Rosario.
¿Y el peor? Hummmmmmm (piensa). Pepe Bordalas, uno que tuve en Hércules.
¿Caruso Lombardi es un buen técnico? Caruso es un... un... un (piensa, se toma unos segundos), qué te puedo decir, Caruso sacó buenos resultados y nada más. Para mí no es buen técnico. Como dicen algunos jugadores: con Caruso aprendí qué no hay que hacer, si algún día decido ser técnico.
¿Por qué? Porque no tiene manejo de grupo, no sabe manejar grupos. Si no podés tener una conversación con los tipos más grandes del plantel, no podés dirigir un plantel de renombre.

viernes, 9 de marzo de 2012

Los 30 Directores Técnicos mejores pagos del mundo

1)José Mourinho (Real Madrid) - 10.000.000
2)Pep Guardiola (Barcelona) - 7.500.000
3)Guus Hiddink (Anzhi Makhachkala) - 7.500.000
4)Roberto Mancini (Manchester City) - 6.000.000
5)Carlo Ancelotti (Paris Saint-German) - 5.900.000
6)Jupp Heynckes (Bayern Munich) - 5.000.000
7)Alex Ferguson (Manchester United) - 4.800.000
8)Kenny Dalglish (Liverpool) - 4.800.000
9)Arsène Wenger (Arsenal) - 4.700.000
10)Harry Redknapp (Tottenham) - 4.700.000
11)Luís Felipe Scolari (Palmeiras) - 3.600.000
12)David Moyes (Everton) - 3.600.000
13)Mark Hughes (QPR) - 3.600.000
14)Steve Bruce (Sunderland) - 3.600.000
15)Maradona (Al-Wasl) - 3.500.000
16)Manuel Pellegrini (Málaga) - 3.500.000
17)Luciano Spaletti (Zenit) - 3.000.000
18)Muricy Ramalho (Santos) - 2.600.000
19)Ottmar Hitzfeld (Suiza) - 2.600.000
20)Alex McLeish (Aston Villa) - 2.400.000
21)Joachim Low (Alemania) -2.400.000
22)Vicent del Bosque (España) - 2.100.000
23)Abel Braga (Fluminense) - 2.100.000
24)Massimiliano Allegri (AC Milan) - 2.100.000
25)Jurgen Klopp (Borussia Dortmund) - 2.100.000
26)Dorival Júnior (Internacional) - 1.900.000
27)Tite (Corinthians) - 1.900.000
28)Claudio Ranieri (Inter de Milán )-1.800.000
29)Mano Menezes (Brasil) - 1.700.000
30)Antonio Conte (Juventus) - 1.600.000

miércoles, 7 de marzo de 2012

Lesiones insólitas, parte 2


AFTER SHAVE. Escenario: concentración del equipo español con las valijas listas para viajar al Mundial de Corea Japón 2002. Santiago Canizares -ex arquero de Real Madrid y Valencia, entre otros-, sufrió un corte en el tendón de su pie derecho cuando se afeitaba en el baño del hotel. En un descuido, un perfume en envase de vidrio impactó de lleno en el futbolista. Y chau Copa del Mundo para Cañete.

PLANCHAME ESTA CAMISA. El danés Michael Stensgaard custodió los tres palos del Liverpool, Hvidovre, Copenhague y Southampton pero descuidó su físico en tareas domésticas y afines. Cuando plegaba la tabla de planchar en su hogar, se lesionó el hombro y nunca se pudo recuperar de aquel infortunio. La irrisoria historia encierra un triste final: el 1 tuvo que abandonar la actividad profesional. Insólito.

PASTO MALDITO. Charlie George, volante creativo ícono del Arsenal de la década del ´60/´70, se rebanó el dedo gordo en el momento en que se disponía a cortar el césped de su casa y, al igual que Stensgaard, tampoco pudo volver en plenitud. Actualmente, realiza el Legends Tours del Emirates Stadium.

CHARCO ESPESO. Darren Barnard puede refutar aquella recurrente frase que asegura que un tropezón no es caída. El tipo caminaba lo más campante por la cocina de su casa sin mirar el pichín que había dejado su perro sobre una baldosa. Después vino el resbalón, la lesión en los ligamentos y ¡cinco meses de recuperación!

PRENDE Y APAGA. No se trata del programa nocturno que conducen Sergio Lapegüe y el Rifle Varela. David "Hombre Bobo" Seaman, histórico arquero de la Selección de Inglaterra, se lastimó por duplicado: primero, trataba de enrollar una carpa y se sacó el hombro en una jornada de pesca. Otro día, tenía ganas de ver tele pero no encontraba el control remoto. En la búsqueda, se rompió un hueso. Seaman, más Foca que nunca.

ENLATADO. Hugo Gottardi, antes de ser ayudante de campo de Miguel Russo, se desempeñó como delantero. En su paso por Santa Fe de Colombia sufrió una dolorosa lesión. El equipo concentraba de cara al clásico con Millonarios y Gottardi decidió entretener el estómago con maní. Cuando no quedaban más en el envoltorio, lanzó el metal al piso. Al rato, se levantó de la cama y, por desgracia, lo pisó. Se perdió el partido, lógico.

¿QUE BICHO TE PICO? Corría el 2004. El ex Argentinos Juniors Julio Arca realizaba una práctica en la playa con sus compañeros del Sunderland inglés. Cuando finalizó el entrenamiento, el argentino se metió al mar con tanta mala suerte que lo atacó una agua viva. Una reacción alérgica lo condujo derechito al hospital.

A VER... Ruben Pereira vistió las camisetas de Danubio, Cremonese, Boca, Nacional y Peñarol, donde se retiró en 1998. Durante su estadía en Cremona, Italia, el volante uruguayo, sin darse cuenta que estaba cerrada, atravesó una puerta de vidrio. Una de las astillas se introdujo en un ojo. Estuvo con un parche temporal y finalmente recuperó la visión.

¿DAMOS UNA VUELTA? El perro de Julien Escudé es el peor amigo del hombre. El defensor francés de 31 años que se desempeña en Sevilla de España, se resintió el tendón de Aquiles al pasear a su canino. El animal tiró demás de la correa que lo amarraba a su dueño y frustró su supuesto pase al Manchester United.

SOBREDOSIS DE TV. Rio Ferdinand protagonizó la segunda parte de la película David Seaman. El jugador de Manchester United, que en ese 2001 jugaba para Leeds, estaba mirando tele en la concentración con un pie arriba de una mesa ratona de su pieza. De pronto, sonó el teléfono y el futbolista se estiró para atenderlo. Estaba tan relajado que se estiró el tendón de la corva. Consecuencia: se perdió el duelo con Newcastle (su equipo perdió 3-1).

Lo mejor de una entrevista de Ricardo Caruso Lombardi con El Grafico (2009)


¿Cómo fue tu infancia? Muy linda. Nací y me crié en Villa Urquiza, donde vivo. Cada calle tenía un equipo y se armaban desafíos en canchitas de la zona. Yo jugaba para Giribone, pero también me pedían de Pasaje China o Lugones; porque de pibe era habilidoso, me endurecí de grande. Y también jugábamos a la guerra, a la guerra de verdad, ¿eh?
¿No será mucho? Había cuatro casas abandonadas, así que nos hacíamos escudos y espadas de madera y nos cagábamos a palos defendiendo cada “castillo”. Pegábamos como locos. Era sano, pero bravo.
¿Y algo más inofensivo? La escondida, el poli-ladron... No faltaban los “asaltos”, donde bailábamos de lo lindo. Y en mi casa hacíamos un circo.
¡¡¿¿Un circo??!! Sí. En el fondo había un galpón donde armábamos el escenario y actuábamos. Unos pibes hacían de equilibristas, otros de payasos. La estrella era mi perro, al que le había enseñado algunos malabares. A las chicas les cobrábamos un peso la entrada, pero venían muchas por lo que se armaba después.
¿Eras buen alumno? Sí. Terminé de abanderado en la primaria y me llevé una sola materia en la secundaria. Hoy me acusan de mediático, pero fijate de donde viene mi facilidad de palabra: en la fiesta de fin de año fui el maestro de ceremonias. Agarré el micrófono y no me pararon más: “Buenas tardes, señoras y señores, abuelas y abuelos, niñas y niños, terráqueos y marcianos, estamos en la Escuela Enrique B. Mosca para…”. A los 12 años era así: desinhibido y quilombero.
¿Tu primer auto? Para mi cumpleaños 18, mi viejo me regaló el estuche de un reloj Seiko, pero adentro estaba la llave de un auto. En la puerta había un Fitito blanco, modelo 72, hermoso. Al otro día le puse la lengua de los Stones, el volantito chiquito, calcomanías… Pero a mi viejo le empezó a ir mal con su negocio de letreros luminosos y no lo pudo pagar. ¡Me lo regaló y lo tuve que pagar yo! “¿Qué clase de regalo me hiciste?”, lo cargaba. Había terminado la secundaria y ya estaba en Argentinos, pero vendía por la calle para sostener todo.
¿Qué vendías? Palanganas, fuentones y baldes de plástico. Y después sumé otros artículos.
¿Qué artículos? Macetas, tierra, turba. Me hice una cartera de cien viveros. También empecé a entrar a los almacenes, y en una semana enganché 97 vendiendo esponjas Patito, cervezas León de Oro, trapos de piso, Pinolux… Le levantaba pedidos a un mayorista. O sea que yo jugaba en Argentinos, vendía palanganas, elementos para viveros y artículos de almacén, todo al mismo tiempo. Estuve dos años así, hasta que tomé el mando del tallercito de mi viejo, salí a armar letreros y lo levanté. Un día caí en un cabaret, el dueño me fue recomendando y les hice la marquesina a unos quince.
¿Cómo arrancás con el fútbol? Mi papá era vicepresidente en el baby de Almagro, agarró de técnico y empecé a patear. Jugué ahí hasta los 12, pasé dos años por Parque y salté a Argentinos, donde me subieron a Primera con edad de Quinta.
¿Te acordás de tu debut en Primera? Contra Colón, en Santa Fe, el 20 de junio de 1981, salimos 0-2. Tenía de compañeros a Bordón, Magallanes, Randazzo, Zanabria…Jugué de cuatro y marqué a Luna. Después me bailó Teglia, el de Central; me dejó tres veces colgado de la baranda del foso de Arroyito, aunque ganamos nosotros 4-2. Mi puesto era ocho, pero me ponían de cuatro porque no tenía altura. A fin de año cambió el técnico, el nuevo no me tuvo en cuenta y fui a préstamo a Italiano.
¿Qué calificación te puso El Gráfico cuando debutaste? Creo que 6. Siempre me ponían 5 o 6. Para la Primera era un jugador regular, pero en la B me destaqué. Era de correr, marcar y meter. Como jugador parecía un técnico dentro de la cancha. Equilibraba al equipo, hablaba constantemente. Los entrenadores me lo valoraban mucho.
¿Llegaste a practicar con Maradona? Sí, él estaba en Primera cuando yo llegué a la Reserva. Nos limpiaba a todos con una facilidad asombrosa, nunca vi nada igual. El viejo Spinetto no quería que le pegáramos, así que el pibe se armaba un festín. Tengo varias anécdotas con él.
Contá una. Un día, jugando en Parque Saavedra para los Tricolores, nos tocó enfrentar a los famosos Cebollitas. Terminamos 1-0 el PT y nos agrandamos: “¿Estos son los famosos Cebollitas? Pan comido, les hacemos cinco”. Para ellos jugaban Diego, Delgado, Carrizo, el Mono Rodríguez… En el segundo nos metieron siete. Y en los últimos minutos llegaban hasta el área chica y tanto Diego como el Mono la tiraban por arriba del travesaño. ¿Sabés por qué? Atrás del arco había un nido de horneros. Y como ya no les divertía seguir metiéndonos goles, jugaban a ver quién lo volteaba. Eramos tan fáciles que los turros jugaban para voltear al hornero…
¿Otra con Diego? Para mí, fue inolvidable cuando con Parque, le ganamos la final de fútbol de salón a Sarmiento de Olivos, cuando él estaba suspendido en el Napoli. Goleamos 5-1, con tres míos y dos de él. Cuando hice el primero, me levantó para el festejo y le besé la cabeza. “No tenés a Careca, pero tenés a Caruso”, le dije. Se mataba de risa.
¿Eras vago para entrenar? Vaguísimo. Me mataba entrenando sólo cuando los técnicos me borraban. Si me volvían a poner, chau, me dejaba estar. Si íbamos a correr a la zona del golf, me escondía detrás de los árboles y nunca me encontraban. En Defe, el profe nos sacaba por Lugones o Libertador. Ahí me colgaba de un camión y viajaba adentro de la caja. Me bajaba unas cuadras antes, me mojaba el pelito como si hubiera transpirado y me mezclaba entre los punteros. “Muy bien, Caruso: sexto”, me decía el profe. A los jugadores, les inculco que no sigan mi ejemplo. Por eso me lesionaba mucho, largué a los 29. No elongaba nunca, ni loco me quedaba después de hora. Era vago, pero en los partidos me mataba. Igual, tenía un atenuante.
¿Cuál? Llegaba fusilado a las prácticas porque trabajaba. Mil veces llegué al entrenamiento de Almagro a los pedos, con la escalera bailando arriba de la multicarga. Me vendaba en el camino, paraba detrás de un arco, me bajaba con los botines desatados y empezaba a correr. Si el entrenamiento era a las 4, llegaba 3.59. El horario fue un problema grave para mí.
¿Es cierto que Grondona te aconsejó bien en un momento difícil? Es verdad. Cuando empecé a dirigir, era medio loquito. Tenía 5 fechas de suspensión y no podía entrar a la cancha. En un San Miguel-Italiano, terminó el PT y un jugador mío tenía los ligamentos rotos y otro una parada infernal, así que bajé de la popular y me metí en el vestuario de Pezzotta para decirle que fuera más severo. Al jueves siguiente, compro Crónica, miro los suspendidos y leo: “Caruso Lombardi, 16 partidos”. ¿De qué, si yo tenía 5? Llamo a la AFA y pregunto. “No viniste a declarar y sos reincidente, te informó por entrar al vestuario”. Así que fueron 16 más 5: ¡21 en total! “No dirijo más”, dije. ¿Sabés lo que era ir a la platea de visitante? Me decían de todo. Pero con Morón conseguí un permiso especial y entré. A la semana, me dieron 5 más por haber entrado con un permiso que no correspondía. Tenía cien fechas por boludeces. Entonces, fui a hablar con Julio.
¿Te levantó en peso? No, me trató bárbaro. Me pidió que parara la moto y que me bancara la suspensión. Y me tiró unos consejos que me guardo para mí. “Dame bola, que vas a llegar a Primera”, me dijo 12 años atrás, sabiendo que yo era del ascenso. Cuando me veía, me decía: “Venís bien, eh, ya te va a tocar la Primera”. Aunque tengo que agradecerle a mucha gente, en el fútbol me formé medio a la bartola, no tengo ningún padrino. Por eso me aferré a esas palabras de Julio, me marcaron un antes y un después.
¿Alguna vez quisieron sobornarte? Nunca.
Tu principal virtud como entrenador. El conocimiento. Conozco a los jugadores de todas las categorías. Miro donde otros no ven o no se dedican. Espío Madryn-Mitre, registro quién me gustó y seguro que lo llamo la próxima vez que me toca armar un equipo. Si armás bien un plantel, difícil que se caiga. Nunca tuve que irme de un equipo que armé: salió campeón o peleó algo. También necesitás buenos colaboradores y saber dar una charla técnica, entrarle al jugador. A mí el jugador me cree mucho, porque comprueba que en la cancha pasa lo que le digo.
¿Sos un técnico detallista? Al mango. Me río todo el día, pero a la hora de dirigir soy jodidísimo. Empieza el partido y me transformo. Sé todo de los rivales y les bajo la información a mis jugadores. Muy raro que se me escape un detalle. Soy bravo, muy calentón, aunque me fui equilibrando.
¿Es más difícil dirigir Primera o el ascenso? Para el que conoce el ascenso, la Primera es una risa. Yo dirigí donde no había pelotas ni agua caliente. Si veía que la Municipalidad ponía conos para asfaltar, me los afanaba porque me servían para entrenar. Pasaba despacito con el auto y los manoteaba. Dirigí en vestuarios con techo de chapa y piso de tierra. En Primera tenés todo, sólo hay que laburar. El oficio es el mismo, pero la gente es diferente.
¿En qué sentido? En la humildad, en las ganas de progresar. En Mar del Plata, se me acercan jugadores del ascenso para sacarse fotos, están contentos porque me fue bien. En cambio, hay gente que fue muy importante en Primera y te muestra la chapa: no te saludan, se hacen los giles.
Castaño, Mercier, Morel... ¿Cuál es tu método para buscar jugadores? Veo todo, desde siempre. Si un tipo me impresiona en un compacto que pasa TN Deportivo del Argentino B, lo llamo y lo cito para verlo. A Morero, que hoy está en Italia, lo vi en una final entre Douglas Haig y Nueve de Julio. Y lo fiché en Tigre. A Sabia y Battión los traje así. Los dirigentes de Argentinos no los conocían, tuve que luchar para que los aceptaran. Arrimás a un desconocido y se asustan, creen que los vas a mandar al descenso. Después se cuelgan la medalla: “Qué equipo tenemos, traje a Fulano y a Mengano”. Mentira: no trajeron a nadie. A Paparato quise llevarlo a Argentinos y no me dejaron. Ahí lo tenés: figura en Tigre. Ojo: yo los traigo, pero no hago nada, lo hacen los jugadores. Siempre tengo cinco o seis muchachos desconocidos en la mira.
¿Hay mucha envidia entre los técnicos de Primera? Cada uno hace la suya. Y a los demás, que los parta un rayo. Guarda: no son todos. Yo llegué a Primera y Russo me llamó para comer en Tandil con Alfaro y Falcioni. Ischia también se portó bárbaro, igual que Sensini. Pero la mayoría, si se puede hacer el boludo, se hace; no existís, sos un tipo que viene de abajo. Me quedo con lo que me dice la gente: “Seguí así”. Salgo a responder cuando dicen algo fuera de término.
Por ejemplo, a Gorosito. Con Pipo no tengo nada. Llegó y dijo que Argentinos ahora iba a jugar el fútbol que siempre le gustó al hincha. Eso me molestó. Yo dejé un equipo bárbaro, me fui por diferencias con los dirigentes. No me echaron, me fui yo. Pero Gorosito habló de más. Quizá lo dijo sin maldad, pero me molestó y le contesté. Yo no envidio a nadie. Me comparo con otros técnicos y no envidio a ninguno. Si tengo que disputar un cargo con Bielsa o Bianchi, seguro que pierdo 10 a 1. Pero con el resto, estoy a la par.
¿Por qué? Porque demostré que estoy al nivel. Esperaban mi fracaso y fue al revés. Argentinos estaba descendido, venían de pelear cuatro promociones y un descenso directo. Los dirigentes actuales deberían decir “La verdad es que acertamos en traer a Caruso, gracias a Maradona que lo recomendó”. Ellos no pensaban en mi éxito y en que los jugadores iban a rendir así. En ese momento, un Desábato, un Choy González, un Carrera, un Avendaño, no eran bien vistos en Argentinos. Y conmigo la rompieron. No hay que denigrar al jugador sin antes darle la chance que merece: una buena pretemporada, un trabajo serio. Nos salvamos del descenso, y después los vendieron a todos y tuve que armar un equipo nuevo. En definitiva: en Argentinos me fue bárbaro. Después agarré a Newell’s cuando todos lo esquivaban porque se iba al descenso. Lo sacamos entre el cuerpo técnico y los jugadores. Y ahora los piden de otros clubes porque los pibes se lo ganaron. Como cuerpo técnico, algo tuvimos que ver. No cabe duda de que en Primera se hicieron las cosas muy bien. Algunos se quedaron con esa espina y si pueden darte un palito, te lo dan. El que me conoce, sabe quién es Caruso. El que no me conoce, habla cualquier boludez: mediático, payaso, vendehumo. Lo sé porque me cuentan.
38 ¿Te ofreciste para River? Nooo… Liberman hizo una encuesta en la radio, me daba ganador y me entrevistaron. “¿Qué falta para que dirijas River”, me preguntó el Colorado. “Que me llamen”, le dije. Eso fue todo. ¿Qué querían que dijera? ¿Cómo no voy a querer dirigir River o Boca?
Completá la frase: “Caruso es un técnico ideal para…” Para cualquiera. No tengo letra: soy técnico de la A, B, C o D. Menos countrys, dirigí todo y muy bien. No cualquiera puede decir lo mismo. Yo sí que comí tierra. Tuve toda clase de jugadores: malos, regulares, buenos, troncos, cracks, mediocres, con y sin nombre.
¿Por qué dirigiste un partido a F.C. Urquiza? ¿Te faltaba prensa? Noooo… Fue una idea de los chicos de Estudio Fútbol y me entusiasmé. Practicamos dos horas y armé el equipo. Venían de perder siete seguidos, estaban últimos y le ganamos 3-0 el clásico a Central Ballester. ¿Qué tal? Llamalo suerte o como quieras. ¿Sabés cuántos querían que perdiera? Cuando leyeron el título de Olé –“Para Caruso, la Selección”– se habrán querido morir. “¡Este también ganó en la D!”
Cuando ibas a agarrar Argentinos, dijiste: “Por ahora, en el campeonato de los técnicos, todos son más que yo”. ¿Hoy, en qué lugar te ves? Igual que todos, porque gané y perdí con todos. En el banco contrario no me asusta ninguno. No es fácil ganarles a equipos de grandes entrenadores como Passarella, Merlo, La Volpe, Russo, Gorosito, Ramón Díaz… Para mí fue un orgullo haber enfrentado a técnicos de esa estirpe y ganarles a sus equipos. No a ellos, a sus equipos. Estoy hecho, poquitos llegan de la B a la A, salvo que asciendan con un equipo. Modestamente, marqué un antes y un después en ese sentido.
De uno a diez, ¿qué tan buen bailarín sos? Diez. Jajaja…
¿Qué ritmo es tu fuerte? El rock and roll, lustro la pista.
¿Te hubiera gustado hacer una temporada entera de “Bailando por un sueño”? No. Fui porque era por un programa. Tinelli me ponía fichas: “Mirá que ganás, la gente te va a apoyar”. Pero lo mío es dirigir. Se dijo que firmé con él porque un dirigente no me dejó. Mentira. Yo soy un loco lógico. Y la lógica es que si dirijo, no puedo bailar. Pero si hubiera agarrado viaje, no desentonaba. Además, la oferta económica era bárbara
¿Les tenés miedo a los aviones? Más que miedo, respeto. Me ponen muy nervioso. Si los puedo gambetear, los gambeteo. Me quedó una fea impresión a la vuelta de Japón, cuando fuimos con Argentinos. Ibamos pasando por el Mato Grosso y se movió todo, las azafatas rebotaban contra el techo. Y hace poco, yendo con Newell’s a Jujuy en un avioncito para 40 pasajes, estuvimos dos horas en medio de una tormenta terrible.
¿Alguna vez mandaste al equipo por avión y vos te fuiste por tierra? Un montón. Dirigiendo a Tigre, fui hasta la CAI de Comodoro en micro. Estuvo bueno: conocí lindos paisajes. También fui a Salta y Jujuy.
¿Por qué no hacés el curso de la NASA que le quitó el miedo a Bielsa? Lo mío no es para tanto, pero rechacé ofertas de Colombia y Ecuador para no viajar mucho por avión.
¿Qué pasó con tu cadenita con el escudo de Estudiantes? Se me rompió el ganchito, pero la tengo. Ahora uso una pelota de oro que me regalaron mis hijos.
¿Hiciste la colimba? Justo sos de la clase que fue a Malvinas. Me firmaron en rojo y me salvé. ¿Adiviná por qué? (dice quebrando la muñeca) Porque me habían partido la nariz de un codazo y no podía respirar. Me tocaba aeronaútica: 838. No sería malo que volviera la colimba, aunque fuera por seis meses. Serviría para tranquilizar a muchos pibes que no saben para dónde ir y terminan cayendo en la droga o la delincuencia. La droga los pierde. Y roban para comprarla.
¿Cuánto le debés a Maradona por recomendarte para Argentinos? Sin el empuje de él no hubiera llegado a Primera, salvo que siguiera en Tigre y me sostuvieran después del ascenso. Me encontró en un bar de Las Cañitas una semana antes del fin de mi contrato en Tigre. “Vos ya estás para la A, voy a hablar con los dirigentes de Argentinos”, me dijo. Fue el gran espaldarazo. No soy de su grupo íntimo, hacía diez años que no lo veía. Seguro que tiene muchos amigos, pero me tiró esa soga a mí. Nunca lo voy a olvidar. Ese día, le pedí un autógrafo para mis hijos. Como no encontrábamos papel, lo firmó en un plato. Lo tienen colgado en la pieza.


No cualquiera puede decir que es amigo del Jefe de Gabinete. La relación con Sergio Massa viene de tiempo atrás. Tigre se iba a la C. “¿Lo podemos sacar?”, me preguntó, cuando nos presentaron. “Dejame ver el plantel”. Analicé y le dije: “Nos va a costar un huevo”. Pero le dimos para adelante y zafamos. En la primera nota declaré: “Vine a despertar a un gigante dormido”. Fueron cien hinchas nada más, con la multitud que hay atrás de Tigre. Terminó el torneo y dejé a cuatro jugadores: Blengio, Galmarini, Matías Giménez y Altobelli, que fue a préstamo a Barracas Bolívar. Sergio se quería ir, había perdido mucha guita. Le pedí que bancara un torneo más: “Quedate que salimos campeones”. Sólo tenía 30 mil pesos de sponsoreo, así que le armé un equipo nuevo con ese presupuesto, mientras otros tenían 60 mil. Y salimos bicampeones. Al otro año, armé el equipo del Nacional B; hicimos 55 puntos y quedamos afuera por un gol.
¿Nunca discutiste con Massa? Tuve dos o tres peleas; no nos hablamos por un tiempo, hasta que nos amigó su secretario.
Pero te hizo quedar cuando querías irte. Sí, yo me quise ir después del lío en aquel famoso Tigre-Huracán. “Si te vas, me voy yo”, me metió presión. El club atravesaba una crisis cuando él agarró para gerenciarlo. Casi no había dirigencia, me daban carta libre hasta para hacer los contratos, que escribía a máquina con un dedo. Vivimos muchas cosas juntos. Yo lo guié a nivel jugadores, él ya era jefe del Anses. A Sergio no le gustó que me fuera a Argentinos, aunque le dejaba un equipo armado, casi campeón. “Traete un técnico que más o menos te guste y va a caminar”, le dije. Era mi gran oportunidad y a Tigre ya le había dado el máximo. Hice de todo por el club: desde probar 400 jugadores y sacar 3, hasta ser el garante con mi casa, de los departamentos para los jugadores, porque al club no le tenían confianza para alquilarle. “Si a vos te vienen a buscar para ser gobernador, te vas. A mí me pasa lo mismo. Tranquilo que ascendés en junio”, le decía.
¿Cuál fue la cancha más jodida en la que jugaste? Atlético Tucumán. Fuimos una noche con El Porvenir. Me escupieron de todos lados. Ganamos 2-1 y casi nos tenemos que ir adentro de los bolsos.
¿En las concentraciones sos un técnico amiguero? Estoy siempre mezclado con los jugadores: charlamos, vemos tele, chateamos, jugamos a las cartas. Boludeo todo el tiempo. El jugador que no tiene buena onda conmigo, es porque no quiere. Trato igual a las figuras que a los chicos.
¿Y si alguno te pide salir para ver a una chica? Hay que manejarlo. Si no jode al equipo y al compañero, tal vez lo dejo. He dado varios permisos. No por una chica, sino por situaciones familiares importantes. Soy permisivo, trato de entender.
¿Lloraste por el fútbol? Varias veces. De bronca y de emoción. Lloré cuando perdí una final por penales con Talleres, siendo jugador de Almagro. Y también cuando estaba en Argentinos y un técnico no me llevó a la pretemporada. Tenía 21 jugadores y llevó a 20. Mis compañeros se fueron a Necochea y yo me quedé llorando sentado en el cordón.
¿Quién fue? Un técnico de Primera, no importa el nombre (N de la R: Chiche Sosa). También lloré cuando quedé libre de Argentinos. Me negué a ir a préstamo y me limpiaron. Y de alegría, lloré con los títulos y cuando nos salvamos del descenso con Argentinos. Pero soy una nena cuando me despido de los planteles. Es el momento más duro.
¿Eras de agarrarte a piñas? De pibe, fui peleador. De jugador, era tremendo: te pisaba en los corners, te metía el dedo en el culo en una barrera, trababa con plancha si enfrente había un mala leche… Como técnico, no. Jamás me agarré con un jugador.
Pero en Temperley hubo un muchacho que te amenazó con un revólver… Sí, pero no peleamos. Era un jugador del club al que le dije que no viniera más. No le gustó y me mostró el manguito del chumbo. Después me pidió disculpas. Dijo que andaba armado porque vivía en un barrio pesado.
¿Tenés muchas cábalas? Voy cambiando. Una bufanda en Italiano, el traje en Newell’s, una campera en Argentinos. Son boludeces, las cábalas no ganan partidos.
¿Adónde llegarías si en Primera metés una campaña como la que hiciste en Tigre? Salgo en el Diccionario de la Real Academia Española. No le dieron tanta importancia porque fue en Primera B, pero es para ponerla en un cuadrito. Ser invicto y sacar 50 puntos de 60, no existe en el mundo. Hicimos 93 sobre 120 posibles en el bicampeonato. Salvo el Chelsea, que hizo 95, no nos superó nadie. Es récord en la historia del fútbol argentino.
¿Cuando pasan en la tele un partido de la Champions, ponele Roma-Real Madrid, lo ves como algo inalcanzable o decís "Algún día puedo estar ahí"? En esos partidos, veo muchachos que conmigo no jugarían… Algunos tienen una suerte, los arqueros atajan más con los pies que con las manos… Nosotros nos encandilamos con partidos de Italia, Inglaterra o España, pero no son todos iguales. Andá a bancarte entero Osasuna contra Almería, o Blackburn contra Wigan. Mirás si juega Messi, si está Carlitos, nada más… Nosotros alabamos lo de afuera y criticamos lo nuestro, pero por algo se llevan tantos jugadores de acá.
¿En Newell’s, te hicieron una cama? No sé. Los periodistas dicen que sí, pero no me puedo guiar por eso. López nunca me dio una razón, ni me dijo “Te echo por mal técnico”. Al contrario, me dijo que fui el mejor que tuvo, que de 100 cambios hice 98 bien. No sé por qué tuve que irme: él estaba conforme, la gente me adoraba y me querían 32 de los 35 jugadores… El problema es que a Caruso siempre lo llaman para depurar planteles. A Tigre lo salvé y depuré el plantel, que luego agarró otro y le fue bien. Con Argentinos, lo mismo: zafé del descenso y depuré el plantel. En Newell’s, igual. Siempre hay disconformes cuando depurás, y más cuando no tenés historia como jugador. Alguno salta.
¿Lo decís por Schiavi? Claro. Me enojé cuando leí su nota en El Gráfico. Habló dos meses después que me fui, adentro no me había dicho nada. Siempre lo defendí, al presidente le pedí que le renovara, compartíamos la camioneta que iba y venía de la concentración, tenía un diálogo excelente. Por eso me extrañó lo que dijo, y salí a matarlo en Olé.
¿Le viste una doble cara? Dejalo ahí. Yo no lo liquidé cuando declaró mal de un colaborador mío, prioricé el interés del club. Cuando lo llamé, me cortó el celular. “De Caruso aprendí lo que no hay que hacer”, les dijo. Increíble. Si vos me decís que me porté mal con el grupo, que no sé plantear los partidos, que me equivoco en los cambios… ¿Que yo no respeto a los grandes? Si pedí que le renovaran y lo puse de capitán, lo quería como líder. ¿Eso no es respetarlo? Se portó muy mal conmigo. Todavía estoy esperando que me llame para pedirme disculpas. Algún día va a recapacitar, pero no me va a llamar porque cuando uno es orgulloso, no reconoce. Me hizo mucho daño en mi carrera profesional, estoy recontradolido a nivel humano. Con los demás estoy bárbaro. El otro día me crucé con varios, en una calle de Mar del Plata, y estuvimos media hora hablando, recordando lindos momentos. Eso es para los que decían que no me querían.
¿Influyó Claudio Husaín en tu despido? El tema pasa porque dejé afuera a dos jugadores para el torneo siguiente. Para ellos, soy un Don Nadie. Y si un Don Nadie viene a sacarte, agitás el run-run para sacar a ese técnico. Todo arrancó cuando, en una nota, dije que López me iba a renovar el contrato. A partir de eso, empezaron los problemas. Sabían la lista de los que yo no quería y empezaron a tirarme. Habló Schiavi porque ellos estaban afuera, no jugaban. Primero buscó por el lado del profe, pero no salté. Y la siguió cuando me fui. Yo soy buena leche con los jugadores. En 15 años dirigí a 600, es lógico que algunos no me quieran. Pero mi función es elegir. Acá las cosas son claras: si vos estás ganando mucha plata y una elección mía puede hacer que dejes de ganarla, hacés lo imposible para que me rajen. Hablás con la hinchada, le comés la cabeza a este, le das máquina al otro, le hablás al presidente y listo, generás el mal clima. Conclusión: me rajaron sin que hubiera hecho nada malo.
¿López te defraudó? Vos lo defendiste, pero te fletó. A mí nunca me falló. El quilombo lo tengo ahora, con el cobro de unos documentos. En una nota de Olé me preguntaron si era pillo y dije que sí. Nunca dije: “Es el más pillo de todos”. Eso me lo cambiaron para darle pimienta a la nota. No es así: respetá el textual. No dije que López era bueno y los demás boludos.
¿Por qué te cruzaste con Scotti? Habló mal porque le contaron algo que no sucedió. Jamás dije que conmigo no jugaba más, por el tema de la Selección. Si yo lo hice traer y lo llamé cinco veces para renovar el contrato, cuando estaba en la Selección... Si estoy enojado con vos, ¿me voy a llevar a tu hermano a Newell’s? Date cuenta de que te dieron mala información. Retractate y te voy a agradecer.
Tu mejor arenga como entrenador. Tres. Una en Tigre, en la final con Platense, ni yo podía creer lo linda que salió. Otra en Italiano, en la final con Almagro; lloraron todos los jugadores. Ganamos una final enorme, veníamos de muchos problemas; yo, con mi papá internado. Y otra linda fue antes de River, en Argentinos. No las pienso, me nacen espontáneamente en el momento. Cada vez que me sale una charla así, ganamos.
¿Te acordás de dónde pasaste tu cumpleaños 36? En la cárcel de Rosario. Perdimos 3-0 con Central Córdoba. Me habían escupido de lo lindo y justo pasa un policía. “Mirá cómo me dejaron”, le digo. Y el cana me dice “Ya está, papá, les rompimos el culito”, y me toca el cachete. ¡Para qué! Lo empecé a reputear, lo empujé, se armó una goma bárbara. Bueno, ese tipo era el comisario, así que me llevaron preso. Tuve que tocar el pianito, hacer análisis, todo el circo. Estuve seis horas adentro y me la tuve que comer: ¿quién me iba a creer que el comisario me había cargado? Los jugadores me esperaban afuera, en el micro, y me cantaban: “Que los cumpla feliz, que los cumpla feliz…”. Y yo, detrás de los barrotes...
¿Cuál es el mejor jugador del mundo? Verón es un jugador impresionante. Es un placer verlo, un manual abierto jugando a la pelota. Le pega como los dioses, sabe qué pase hacer antes de recibir. Y si me das a elegir otro para ponderar, me quedo con Battaglia. Me emociona verlo jugar a Battaglia. A veces, se banca partidos solito en el medio: marca, llega, cabecea en un área, llega a la otra, quita de nuevo, va, viene… Me hubiera gustado ser un jugador como Battaglia. Es ganador, tiene amor propio, superó lesiones jodidas, habla lo necesario, juega siempre.
Si en tu equipo tuvieras a Messi, ¿en qué posición lo ponés? En el banco. A Messi lo pondría en el banco.
¿Con Luis Segura quedaste mal, te defraudó? Conmigo se equivocó. Le doy las gracias porque me llevó a Argentinos cuando me recomendó Diego. Pero él también tiene mucho que agradecerme.
¿Por qué? Porque en su carrera política dentro del club nunca tuvo un equipo que hiciera una campaña como el mío, siempre había peleado el descenso. Nunca estuvo convencido de llevarme. Cuando le pedí jugadores, siempre me puso un “pero”. Como le anduve bien, me ofreció renovar, lástima que con un pequeño aumento. Ahí empecé a sentir que no lo hacía convencido. Nunca sentí el apoyo. Jamás me dijo “Vení, tomemos un café, charlemos del equipo”. No quería a nadie: Battión, Mercier, Sabia… Encima, la gente me ovacionaba porque los salvé del descenso, y eso a veces molesta. El pensaba que los jugadores que le traía no podían jugar, pero los hechos demostraron que yo tenía razón. Debe agradecerme la venta de Navarro, cuando Argentinos hacía tiempo que no vendía a nadie afuera. Le insistí para traer a Pereyra y pudo negociarlo. Vendió a Leo Núñez después de seis meses bárbaros conmigo. Ahora tiene pedidos por Mercier, Ortigoza, Escudero… Un montón de jugadores que uno trajo o potenció. Y eso posibilitó que ganara las elecciones. También permitió una entrada importante, cuando el club no estaba bien. Entonces, no se puede enojar porque aclaré que no me sentía querido. Me fui a Newell’s, no le gustó e hizo cosas que no correspondían.
¿Por ejemplo? Descontarme el valor de la ropa de entrenamiento. También se metió en mi vida privada y le retruqué. Hay una diferencia: no estoy enojado con él, no hablé mal de él y si lo tengo que saludar, lo saludo. En cambio, él está enojado conmigo, habló mal de mí y si me tiene que saludar, no me saluda. Yo sigo demostrándole que soy gente. Le agradezco la oportunidad de dirigir en Primera. El tiene que agradecerme una campaña bárbara con el equipo que le armé yo. Debería decir “Menos mal que me fue bien con un técnico en el que yo no creía; un tipo de abajo, por el que no daba dos pesos, me dejó firme en el cargo”. Cuando apoya la cabeza en la almohada, sabe que Caruso se portó superbién con él.