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lunes, 12 de marzo de 2012

Lo mejor de una entrevista de Rolando Schiavi con El Grafico (2009)

¿Flaco o Rolo? Flaco. En Lincoln, de pibe, me decían Narigón, Naripeta o Alf, siempre vinculado al tamaño de mi nariz. Rolo tampoco me disgusta, cualquiera menos Rolando.
De oficio carnicero. Así es. Mi papá tuvo carnicería durante 33 años; “Fabito” se llamaba, por mi hermano mayor. Se manejaba con libreta: la gente compraba, anotaba, y a fin de mes pagaba. Una libreta chiquita. En un momento, la gente dejó de pagar y no dio para más. Ahora derribaron e hicieron departamentos, la modernidad se lo llevó puesto.
¿Qué hacías en la carnicería? De todo. Mi tarea básica era despostar los animales: llegaba la media res y tenía que separar los cortes, hacía chorizos, morcillas, la carne picada, pelaba huesos y derretía la grasa. A veces atendía a los clientes y también carneábamos chanchos: iba en bici por el pueblo tomando pedidos en las distintas carnicerías, después los matábamos clavándoles un cuchillo en el corazón, les tirábamos agua caliente, los pelábamos y los repartía.
¿Accidentes? Miles de cortes: las manos, las tenías todas tajeadas. Acá (muestra la mano izquierda): me hice un tajo de seis centímetros. Fue un sábado a la mañana, venía sin dormir del boliche y pelando el hueso se me pasó el cuchillo. Nunca hay que mover el cuchillo para adentro. Me puse una venda y seguí. Más complicada es la sierra, esa sí que no la podés usar dormido.
¿Trabajabas por gusto o por obligación? Mi viejo me pagaba un sueldo y así tenía unos mangos para salir el fin de semana. Me prestaba la camioneta para ir a los boliches, así que trabajar era una manera de tener movilidad. Con mis amigos necesitábamos auto sí o sí porque los viernes íbamos a Vedia, un pueblo a 40 kilómetros. Ahí estaba la movida, Lincoln los viernes era una lágrima. Además, teníamos unas noviecitas para visitar. Laburé en la carnicería toda la secundaria.
Contá esos viajes. En invierno, íbamos siete en la cabina. Era una Chevrolet amarilla: cuatro sentados y tres encima; como tenía palanca al volante, yo iba recostado sobre la puerta manejando. El vidrio del conductor estaba roto: ¡el frío que chupábamos! Teníamos un grabador donde pasábamos los mismos 2 o 3 casetes siempre. La vuelta era al amanecer, con todos durmiendo. Yo hacía banquina, ruta, banquina, ruta, me dormía y agarraba la banquina y me despertaba.
¿Algún otro trabajo de pibe? Laburé con colmenas de abejas. Las recibía en un galpón y pasaba los marcos por el extractor. Me levantaba a las cuatro, porque las colmenas llegan de noche por el calor. El tema es que venían algunas abejas y te picaban. La primera semana tenía las manos desfiguradas, no podía doblar los dedos, después el cuerpo se acostumbra. Lo bueno es que, con un mes de ese trabajo, me pude comprar mi primera bicicleta. Tenía 15 años.
De conducta te imagino en el grupo de los quilomberos. Siempre fui el maldito de la familia, el más travieso de los cuatro varones. Era malo, de pegarles a mis hermanos y compañeros. La verdad es que hice llorar a varios. Quería todo para mí; entonces, si otro lo tenía, se lo sacaba y no había problemas en pelearme. A mi vieja la llamaron varias veces. En una le dijeron que tenían que hacerme una evaluación, porque no sabían si estaba capacitado para ese tipo de colegio o si debía ir a uno diferenciado. Creo que tenía hiperactividad, pero eso antes no se diagnosticaba, hoy estaría más tranquilo con un psicopedagogo. En realidad, mi psicólogo era el cinto de mi papá.
¿Cobrabas? Pegaba en el colegio y cobraba en casa. Una o dos veces por semana recibía de mi mamá un bife. Mi viejo venía del trabajo a las nueve de la noche y si yo había hecho alguna, me daba una patada en el culo o me mandaba a dormir.
Cuatro hermanos varones: se deberían dar de lo lindo... Las peleas eran con Fabio, el mayor, porque Leo y Ezequiel ya eran mucho más chicos. Ahí terminaba cobrando siempre: lo hinchaba porque quería ir con sus amigos, él no me dejaba y se armaba. Me agarraba la loca y le tiraba de todo. Le he tirado un sifón y también cuchillos. Después él se vengaba en la pileta, me hundía la cabeza y me ahogaba. A mi hermana una vez le tiré con la ollita y le corté la cara. Ese día, antes de que llegara mi viejo, me fui a dormir al baldío de la esquina.
Cuatro varones futboleros y defensores centrales. ¿Es correcto el dato? Así es, y todos de Boca salvo Natalia, que por llevarnos la contra se hizo de River. Mi viejo también era defensor, marcador de punta derecho. Rústico, muy rústico, jugaba en alpargatas entre las rosetas, en el medio del campo, hasta que se rompió la rodilla. Ya ves, los hijos no teníamos demasiadas alternativas, es un tema genético.
Pasar por una defensa con los cuatro Schiavi es ir a Vietnam, diría el Bambino. Lo hicimos, eh, hace poco. Nos juntamos en una práctica en Rivadavia de Lincoln. Hicimos la línea de tres con Leo, Ezequiel y yo, a Fabio lo mandamos de cinco... ¡y animate a pasar! Igual, no tengo dudas: el más bruto es Fabio, con los codos es terrible. Yo vendría en el segundo puesto del podio.
¿En qué andan tus hermanos? Salvo Ezequiel, el más chico, que trabaja en la UAR y estudia para contador en Buenos Aires, los demás viven en Lincoln. Fabio (37) juega en el Linqueño, Natalia (32) es asistente social y Leo (29) juega en el Rivadavia.
¿De pibe imaginabas ser futbolista? No, yo hacía de todo: jugué al softbol, al básquet, andaba en bici. El click fue al terminar la secundaria: debuté en la primera de Rivadavia y le empecé a meter más ganas. Jugué unos 10 partidos y Walter Tamer, el que ahora es representante de Mascherano y era el DT de Rivadavia, conocía un contacto con Griffa y me consiguió una prueba en Newell’s.
¿Entraste de una? Eran como 500 chicos. En ese momento, con Griffa, todos se querían ir a probar a Newell’s. Ya había pegado el estirón a los 15 años y quedó claro que me eligieron más por el físico que por otra cosa porque en el primer centro que llegó al área, la quise rechazar y la hice pegar en el travesaño de mi arco. Así arranqué. De grande, ya tenía 19 años.
¿Por qué te fuiste de Newell’s? Me dejaron libre y me fui a Argentino de Rosario. Ahí firmé mi primer contrato. En Argentino jugué dos años en Primera B y tuve de compañero a Pablo Marini. Jugamos una final con Tigre, anduve bien, un empresario compró mi pase y me dijo de un día para el otro que tenía que ir a una prueba en Argentinos. Pastoriza era el técnico. Venía de 15 días de vacaciones, de joda mal, imaginate vacaciones en Lincoln, y así tuve que agarrar mi bolsito e ir a probarme. Hice una práctica, quedé, y a la semana estaba concentrado para empezar el campeonato. Debuté a los 10 días, con Estudiantes en cancha de Atlanta. Bien.
¿Cómo eras como hincha? Bastante fanático. Mi viejo era tremendo, viajaba los domingos desde Lincoln en un colectivo lleno, a la Bombonera. Iba a la Doce con una bandera de 30 metros con el nombre de mi pueblo. Hasta que un día lo cagó a palos la montada y no fue más. Igual sigue fanático: ve todos los partidos y reniega. La imagen de mi infancia es la familia comiendo un asado en el patio, con la tele prendida en los torneos de verano. En el año era todo por radio, con la Noblex Carina.
¿Tu ídolo? Maradona. Tampoco me olvido cuando Boca vino una vez a Lincoln y yo me saqué fotos con Pernía y Gatti
28 ¿Qué te dijo tu viejo cuando vos pasaste a Boca? Debe haber sido fuerte para él.
Fue de golpe: vine de una gira con Argentinos por EE.UU., bajé, se arregló todo y al toque viajamos a Italia a jugar con la Roma. Pero muy emocionado, claro. Después, para él, yo nunca me mandaba cagadas: la culpa siempre era del otro defensor o del arquero.
30 ¿En River hubieras jugado? Si cuando estaba en Argentinos me hubieran venido a buscar de River, sí, claro. Una vez que te metés en este juego sabés cuáles son las reglas y que la carrera es corta. Claro que si tenés la posibilidad de elegir, bárbaro, elegís, pero en esa época yo no tenía para elegir.
¿Y hubieras triunfado en River como en Boca? No, mi estilo estaba hecho para Boca. En River me hubieran puteado bastante.
Vos fuiste a Boca con 28 años. ¿Creías que ya había pasado el tren? A mí todo se me dio tarde, corrido en el tiempo. Empecé a los 19 y el pase más importante lo viví con 28. En ese momento creía que podía ir a jugar afuera, porque venía en buen nivel, Argentinos es un club vendedor, y habían existido algunas ofertas del exterior.
¿Quién fue el responsable de que fueras a Boca? Supongo que Bianchi, por haberme pedido. En esa época, Argentinos y Boca concentrábamos en Los Dos Chinos y nos saludábamos. Siempre me levantaba temprano, y como Carlos también madrugaba, nos cruzábamos en el desayuno.
¿Cuál es la clave de Bianchi? La sencillez y tranquilidad para encarar los partidos. Los planteaba bien y pedía 2 o 3 cosas que había que cumplir para que nos fuera bien.
Boca te compró y te tiró a la jaula de los leones: debut contra la Roma campeona de Batistuta. Al final eso me terminó jugando en contra. Ese partido anduve muy bien, lo marqué a Bati, se empezó a hablar de mi pase a la Roma, y a la vuelta arrancamos perdiendo 3-1 contra Belgrano de local.Fue medio pesadito al principio, me costó, escuchaba los murmullos de la platea baja cuando pifiaba la pelota. Las plateas son todas bravas.
¿A vos te llegaron a preguntar si querías ir a la Roma? Ellos habían comprado un defensor y Barijho lo lesionó en el partido. Como yo marqué muy bien a Bati, Capello preguntó por mí, pero nunca llegaron a decirme nada.
No pudiste ir a una Primera de Europa; si fueras para atrás, ¿firmás para la Roma? No, no agarraría porque me perdería todo lo que viví en Boca.
39 En Boca te pusieron una cifra para el primer año de contrato y otra más alta para el segundo, si jugabas cierta cantidad de partidos. ¿No te tenían fe? Yo llegué a Boca cobrando menos que en Argentinos, ellos sabían que me la tenía que jugar.
Un partido y un gol. Por lo que significaron, la Intercontinental contra el Milan en 2003 y el gol a River en la semifinal de la Libertadores 2004, en la Bombonera.
El día más feliz y el más triste de tu carrera. El más feliz, cuando ascendimos con Argentinos. Fue mi primer campeonato y me saqué de encima la mochila del descenso. El más triste, cuando perdimos con Once Caldas la final de la Libertadores 04.
El rival más difícil de marcar. Saviola: chiquito y difícil de agarrar; Palermo, también. Ahora, cuando lo volví a marcar en Gremio y en Newell’s nos reíamos: sabe que le voy a ir fuerte y no me va a decir nada porque soy así, es mi juego. Martín es un animal, un hijo de puta, además está donde siempre va la pelota, no sé cómo hace. El listado de delanteros que tuve que marcar es importante: Zamorano, Shevchkenko, Kluivert, Van Nistelrooy, Inzaghi, Tomasson, varios...
¿Sos de hablarles a los delanteros? No, es al pedo, si hoy los delanteros no le tienen miedo a nadie.
¿A Tevez lo sacudías mucho en las prácticas? Bastante. Carlitos y Cángele deben ser los pibes a los que más patadas les pegué. Pero había una diferencia: Carlitos te tiraba el cuerpo y no lo podías mover, entonces algo tenía que hacer. Cángele, en cambio, te pasaba y en vez de tirar el centro te esperaba para tirarte un caño.
Cuando jugaste con apendicitis, ¿qué pensabas, que eran gases? La madrugada del partido me levanté con dolor de panza a las cuatro: me hice un baño de inmersión y fui a ver al médico. Me dio una buscapina. Mirá vos: ¡una buscapina! (risas). Durante el día estuve con dolor, pero zafable. Ya cuando hice la entrada en calor no podía saltar, pero le metí para adelante y en el entretiempo estaba con chuchos de frío y fiebre. Me preguntaron si podía seguir y dije que sí. Cuando terminó el partido estaba la ambulancia a la salida del vestuario, me sacaron en camilla y me hicieron los estudios. Ahí no daba más del dolor y le pedía calmantes al médico. Vieron que era apendicitis y me operaron.
¿Siempre discutiste los premios? Sí. Empecé en Argentino de Rosario siendo un pibe; en Argentinos Juniors al tercer año ya era capitán. Debe ser por mi naturaleza. Nunca lo hice de mala manera, de hecho tengo buena relación con casi todos los dirigentes con los que traté.
¿Quién fue el más duro? Macri. No te aflojaba nada. Iba, le pedía lo que pretendía el plantel, él escuchaba y después nos mandaba a decir lo máximo que nos podía dar. Era un ida y vuelta terrible.
7Bermudez, Cata Díaz y Schiavi. ¿Quién es peor? ¿El más duro? Debe ser el Patrón.
Una charla técnica. La de Bianchi en Japón con el Milan. Carlos siempre daba charlas cortas, pero esta fue larga. No habló casi nada de fútbol, apenas recordó las marcas; habló de nuestras familias, de cómo habíamos llegado hasta ahí, de los que se habían quedado en Buenos Aires. Una charla muy emotiva, queríamos pasarlos por arriba.
El mejor DT que tuviste. Bianchi, Basile, que es muy parecido a Carlos en la tranquilidad y la confianza que le da al jugador, y no me quiero olvidar de Pastoriza y de José Malleo, al que tuve en Argentino de Rosario.
¿Y el peor? Hummmmmmm (piensa). Pepe Bordalas, uno que tuve en Hércules.
¿Caruso Lombardi es un buen técnico? Caruso es un... un... un (piensa, se toma unos segundos), qué te puedo decir, Caruso sacó buenos resultados y nada más. Para mí no es buen técnico. Como dicen algunos jugadores: con Caruso aprendí qué no hay que hacer, si algún día decido ser técnico.
¿Por qué? Porque no tiene manejo de grupo, no sabe manejar grupos. Si no podés tener una conversación con los tipos más grandes del plantel, no podés dirigir un plantel de renombre.

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